Apurado, cual centella diligente atravesé la plaza para llegar a la oficina de correos. Dirigí mis nerviosos pasos hacia el mesón que rezaba "atención a clientes" detrás del cual dos funcionarias descansaban sobre sendos cojinetes portátiles otorgados por natura.
- Buenos días - dije con esa arrogancia sureña que nos hace creer que todo el mundo debiese querer saludarnos. No contestaron, ninguna de las dos, posiblemente entretenidas por el esfuerzo de volver al agua y no morir ahí, varadas en esa playa, tal como otros cetáceos ya lo había hecho.
- Que debo hacer para enviar esta licencia lo mas rápido posible a Coyhaique? - pregunte intrigadoo.
- Buenos días - dije con esa arrogancia sureña que nos hace creer que todo el mundo debiese querer saludarnos. No contestaron, ninguna de las dos, posiblemente entretenidas por el esfuerzo de volver al agua y no morir ahí, varadas en esa playa, tal como otros cetáceos ya lo había hecho.
- Que debo hacer para enviar esta licencia lo mas rápido posible a Coyhaique? - pregunte intrigadoo.
- Primero debe ponerla dentro de un sobre con el destinatario y el remitente - me dijo la q por volumen parecía ser la hembra dominante - sobres venden afuera - agregó.
Me dirigí hacia afuera, asombrado y masticando la sutileza con la cual aquel rorcual me había llamado idiota, y digo asombrado, por q si bien los cetáceos son mamíferos inteligentes, nunca pensé que manejasen tan bien la ironía.
Volví pues con mi documento en el sobre, con remitente y destinatarios anotados en el haz y el envez, pero esta vez preferí consultar a un pelicáno hombre de lentes de acetato quien miraba las columnas del edificio con un aire marcial, casi enamorado de la infraestructura. Su camisa celeste, impecablemente planchada, su chaleco de mangas cortas a tono, su pantalón azul oscuro surcado por ese pétreo pliegue vertical, logrado solo después de sucesivos y majaderos repasos con la plancha, reavivaron mi confianza. Solo verlo me dije, es el, quien tras una vida de entrega al servicio dará solución a mi problema, pues salta a la vista su vocación. Era el epítome del servidor público. Nuevamente me armé de mi mejor sonrisa, levemente oculta tras mi pañuelo y me atreví a preguntar. - Como hago para q este sobre llegue lo mas rápido posible a Coyhaique?. Mis manos sudaban, he de reconocerlo, no acostumbro quedar como idiota dos veces en el mismo edificio, tan seguido, pero su tierna mirada me tranquilizó. Se aclaró la garganta y sentenció - Envíelo por Chilexpress...
Me dirigí hacia afuera, asombrado y masticando la sutileza con la cual aquel rorcual me había llamado idiota, y digo asombrado, por q si bien los cetáceos son mamíferos inteligentes, nunca pensé que manejasen tan bien la ironía.
Volví pues con mi documento en el sobre, con remitente y destinatarios anotados en el haz y el envez, pero esta vez preferí consultar a un pelicáno hombre de lentes de acetato quien miraba las columnas del edificio con un aire marcial, casi enamorado de la infraestructura. Su camisa celeste, impecablemente planchada, su chaleco de mangas cortas a tono, su pantalón azul oscuro surcado por ese pétreo pliegue vertical, logrado solo después de sucesivos y majaderos repasos con la plancha, reavivaron mi confianza. Solo verlo me dije, es el, quien tras una vida de entrega al servicio dará solución a mi problema, pues salta a la vista su vocación. Era el epítome del servidor público. Nuevamente me armé de mi mejor sonrisa, levemente oculta tras mi pañuelo y me atreví a preguntar. - Como hago para q este sobre llegue lo mas rápido posible a Coyhaique?. Mis manos sudaban, he de reconocerlo, no acostumbro quedar como idiota dos veces en el mismo edificio, tan seguido, pero su tierna mirada me tranquilizó. Se aclaró la garganta y sentenció - Envíelo por Chilexpress...